Incendios. Crónica de un recital de poesía


(Fotografía: Luz Yasmina Lázaro)

“Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
que nadie, nadie creerá el incendio
si el humo no da señales.”
JUANA INÉS DE LA CRUZ

A mediados de agosto, la poeta Teresa Orbegoso me contó sobre la organización de un ciclo de recitales que planeaba realizar aprovechando su breve estancia en Lima. Una de las fechas estaría destinada exclusivamente a la poesía escrita por mujeres, a la que me invitó a participar. Por supuesto, acepté de inmediato. Desde el primer día que conocí a Teresa, pude reconocer en ella no solo su inmensa fe en la poesía y la fuerza sanadora de la escritura sino también la poderosa energía que irradian las mujeres creadoras que como ella renacen y se reinventan de las cenizas de cada uno de sus incendios. 

El encuentro se llamó "Lima/Santiago/Lima" y se pactó para el miércoles 17 de octubre en la acogedora librería el Virrey de Lima. Esa noche pude por fin conocer a la poeta Sui Yun, de quien había leído anteriormente algunos poemas de elegante erotismo; así como a Natalia Rojas, poeta chilena que recién llegaba a Lima para participar de un festival en provincia en el que luego nos encontraríamos; y a la poeta Graciela Rojas, cuyo delicado trabajo captó la atención de todos quienes la escuchamos. Las poetas Leda Quintana, Carolina O. Fernández y Teresa Orbegoso, cuyas voces ya tenía el gusto de haber escuchado, hicieron su parte con sus respectivas lecturas haciendo aún más fecunda la noche. 
Lectura: Natalia Rojas/Úrsula Alvarado (Fotografías: Luz Yasmina Lázaro)

Interesante cómo Teresa, artífice de este encuentro, pudo reunir voces que aunque diversas, conjugaron tan armoniosamente, funcionando como engranajes que a diferentes ritmos y cadencias lograron una química perfecta. Escuché a cada una con atención. Sus poemas no solo hablan de incendios, también cuestionan paradigmas y realidades, invitan a reflexionar, a pensar, a "pensarnos". Los poemas de estas mujeres se llevan como amuletos en las carteras, en las agendas y en los celulares, los usamos cuando hace falta, cada vez que el fuego amenaza con volver a lastimar algo que no está preparado a arder.
Lectura: Graciela Rojas/Leda Quintana (Fotografías: Luz Yasmina Lázaro)
Lectura: Siu Yun/ Carolina O. Fernández (Fotografías: Luz Yasmina Lázaro)

Siempre es satisfactorio ser parte de una noche de poesía, pero debo confesar que este fue uno de los recitales que más he disfrutado en lo que va de este año que ya casi acaba. Ahora que han pasado algunos días y hasta algunas semanas, me gusta recordar esta noche en la que siete valientes mujeres creadoras se reunieron para compartir con un público discreto pero ávido de poesía parte de sus trabajos para luego continuar cada una su camino exorcizando demonios con el poder de sus palabras.

Termino esta pequeña crónica con la estrofa final del poema “Incendio” de Sor Juana Inés de la Cruz, con el cual comencé esta pequeña narración:

"Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
que no es muy valiente el preso
que no quebranta la cárcel"

Así sea.

U.

Son, infancia y tierra de Carlos A. Ostolaza

Subo las escaleras de la Galería Lucila Walqui a sabiendas que encontraré una muestra valiosa y única, más no advierto que los trazos del maestro Ostolaza están llenecitos de vida, de nostalgia y recuerdo, y que sus colores son como un hilo travieso y conductor hacia nuestra esencia más escondida, esa en la que aún somos niños, por lo que sus cuadros transmiten no solo ternura e inocencia sino también algo de humor y esa ironía tan propia de las almas que aún se recrean en la calidez de la infancia.
Cuadro "Valzor". Fotografía: Lucila Walqui Galería

Recorro la galería despacio y me regocijo. Observo con detenimiento cada cuadro y me parecen  pequeños universos, en ellos sus colores palpitan como el corazón de los personajes que los habitan. En las palabras del artista y Dr. José Li Ning Anticona, colega y gran amigo de Carlos A. Ostolaza, su obra "se desplaza con igual soltura por la sensualidad, el dolor y la tristeza, el humor caricaturezco, los sueños líricos y hasta la meditación metafísica frente al paisaje, el bodegón, la figura humana y el retrato."  Así de versátil, el maestro no se limita al uso de los mismos materiales ni a los mismos soportes; ducho tanto en la línea como en el color, nos invita a un viaje por la realidad, pero aquella que ve desde sus ojos, que bien podría semejarse a la que viéramos nosotros, si soltáramos -de vez en cuando- nuestras armaduras para ver el mundo que nos rodea con nuestros antiguos y primeros ojos de niños.

Video sobre la muestra "Son, infancia y tierra" de Lucila Walqui Galería.

La muestra "Son, infancia y tierra" del maestro bellasartino Carlos Alberto Ostolaza, premio de pintura en 1971, se expone en la Galería Lucila Walqui en el marco de celebración de los 100 años de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes y está en sus últimos días pues va solo hasta el 04 de octubre. Dejo aquí las coordenadas. ¡No dejen de visitarla!

Lucila Walqui Galería (Calle Las Margaritas Nº 167, San Eugenio - Lince)
Temporada: Del 13 de setiembre al 04 de octubre
Visitas: Martes a sábado de 5 p.m. a 9 p.m. (Visitas guiadas por el artista: martes, miércoles y jueves a las 5 pm)
Entrada libre

U.
Algunos cuadros de la muestra. Fotografía: Úrsula Alvarado

Ínsula Barataria

Hace algunos meses fui invitada a ser parte del vigésimo número de “Ínsula Barataria”, una revista de arte y literatura que se gestó en el lejano 2003 en aulas sanmarquinas y que después de muchos años sigue apostando por la cultura, razón de sobra para resaltar el esfuerzo del equipo editorial por el trabajo que realiza en pos de la difusión literaria y cultural en un país en donde no solo "no se lee" sino en donde la cultura no es rentable, lo que vuelve aún más loable que sin ningún tipo de patrocinio esta publicación siga vigente, congregando lectores y abriéndose camino no solo en terreno nacional sino también internacional, ya que algunos números han sido presentados en la ciudad luz.

En esta edición, la revista cuenta con artículos y estudios buenísimos como aquel que trata sobre la vanguardia peruana, la poética de Leoncio Bueno y una entrevista al querido Oswaldo Reynoso entre muchos otros artículos y secciones dedicadas a la poesía. Una de ellas es la muestra de “poesía escrita por mujeres” realizada por encargo a la poeta Leda Quintana a quien agradezco haber seleccionado uno de mis textos. La muestra, que incluye a 56 poetas peruanas contemporáneas es un interesante caleidoscopio de estilos y voces que bien vale conocer y difundir. 

Más allá de la temática del cuerpo asociada a la poesía escrita por mujeres, los poemas de esta selección abarcan diversos tópicos con una sensibilidad conocida pero con una voz nueva, “El río adentro canta y me adiestra en el arte de no necesitar” (Virginia Benavides), es la voz de aquella que lejos de sentirse débil es cada vez más consciente de su poder y sabiduría y lo relata todo con determinación. La mujer habla también del arte de la poesía “Cojo un papel/ y empiezo a rebanar la carne (…) este oficio demanda mucha sangre” (July Solís). La obra de estas mujeres escapa del caudal y habla de todo cuanto nos inquieta como la política o la injusticia como en el poema “La Cantuta” de Katherine Estrada o en los versos de Karen Luy de Aliaga: “salgo y me uno al canto de los indignados”. Más adelante, Melissa Patiño escribe “sufre en mi espalda un país latigado/ envuelto en ícaros/aguarunas, aymaras, quechuas”. La mujer que escribe no es por lo tanto una mujer que narra sus tristezas, sino una que expone las tristezas de la humanidad entera y exhorta a la unificación a través de su palabra, tal es la sensación que guardo luego de leerlas. 

Las propuestas son diferentes y valiosas, no se deje engañar por el aparente lenguaje sencillo de algunos poemas, pues hace falta una relectura para desentrañar a las voces susurrando algo más allá de lo evidente. Sonrío y guardo el libro en el estante. A veces hay que pelear las batallas más de una vez para ganarlas, las mujeres de esta muestra van camino a ello. El poema de Isabel Mata se sigue recitando solo en el espacio vacío de mi habitación: “Érase una vez una diosa telúrica que se convirtió en Loto, en luz arrolladora” 

Úrsula Alvarado.

Cuatrojos


Para quien ama la lectura, perder los favores de la concentración es un verdadero tormento, pero para quien además siente y cree que aferrarse a un libro es la única manera de hacer productivo el tiempo muerto en el transporte público es una verdadera catástrofe. En esto pensaba el martes mientras me preparaba para un larguísimo paseo en bus para el cual me armé con tres libros que metí al bolso para enfrentarme a eso de las diez  de la mañana con un concierto de cumbia sobre ruedas o sencillamente un bus con la radio a todo volumen que es prácticamente lo mismo. 

Me sumerjo esperanzada en un nuevo libro. La historia me envuelve desde sus primeras palabras. De pronto no hay más cumbia, ni bachatas, ni ruido que importe. Capítulo tras capítulo me seduce. Con algo de culpa saboreo cada página (la concentración últimamente no se porta tan bien con mis demás lecturas) mientras me acomodo en los –ahora- confortables asientos del bus. Me reconforta de sobremanera que el personaje de la historia sea una niña de verdad, que no sea perfecta y no viva en un mundo perfecto, que narre tan naturalmente cómo es la ternura, la ilusión, el bochorno, que implícitamente defienda su derecho a serse leal a sí misma… Casi llego al capítulo final así que levanto la mirada esperando no haberme pasado de paradero pero no, estoy bien, entonces continúo hasta la última palabra y listo, lo acabé. Sin darme cuenta, abrazo mi nuevo libro así como hacemos cada vez que terminamos uno que nos ha gustado mucho. Pienso en retroceso. En lo bien que hice en meterlo al bolso, en lo bien que me hizo leerlo, en las sonrisas que me ha arrancado esa fina ironía que yo ya conocía y que además nos es tan útil pues como leyera hace algún tiempo en una entrevista a la autora, gracias a ella es posible superar los tiempos difíciles. “En vez de llorar, es preferible reír” había dicho. ¿Cuento para niños? Me pregunto a cuántos de mis amigos haría sonreír con esta historia, a cuántos haría regresar al tiempo de sus memorias… Mis preguntas no se responden porque ya he llegado a mi destino. Mientras bajo del bus las palabras de nuestro querido poeta, el que hace-poco-ha-partido, se recitan solas en mi mente, “cuando el niño se acaba, el poeta muere”. 
Entonces, todo tiene sentido.

(A propósito de “Cuatrojos”, cuento ganador de la Bienal de Cuentos para niños Icpna 2016, de la poeta y narradora Gloria Portugal.)