Cuatrojos

marzo 01, 2018 0 Comments A+ a-


Para quien ama la lectura, perder los favores de la concentración es un verdadero tormento, pero para quien además siente y cree que aferrarse a un libro es la única manera de hacer productivo el tiempo muerto en el transporte público es una verdadera catástrofe. En esto pensaba el martes mientras me preparaba para un larguísimo paseo en bus para el cual me armé con tres libros que metí al bolso para enfrentarme a eso de las diez  de la mañana con un concierto de cumbia sobre ruedas o sencillamente un bus con la radio a todo volumen que es prácticamente lo mismo. 

Me sumerjo esperanzada en un nuevo libro. La historia me envuelve desde sus primeras palabras. De pronto no hay más cumbia, ni bachatas, ni ruido que importe. Capítulo tras capítulo me seduce. Con algo de culpa saboreo cada página (la concentración últimamente no se porta tan bien con mis demás lecturas) mientras me acomodo en los –ahora- confortables asientos del bus. Me reconforta de sobremanera que el personaje de la historia sea una niña de verdad, que no sea perfecta y no viva en un mundo perfecto, que narre tan naturalmente cómo es la ternura, la ilusión, el bochorno, que implícitamente defienda su derecho a serse leal a sí misma… Casi llego al capítulo final así que levanto la mirada esperando no haberme pasado de paradero pero no, estoy bien, entonces continúo hasta la última palabra y listo, lo acabé. Sin darme cuenta, abrazo mi nuevo libro así como hacemos cada vez que terminamos uno que nos ha gustado mucho. Pienso en retroceso. En lo bien que hice en meterlo al bolso, en lo bien que me hizo leerlo, en las sonrisas que me ha arrancado esa fina ironía que yo ya conocía y que además nos es tan útil pues como leyera hace algún tiempo en una entrevista a la autora, gracias a ella es posible superar los tiempos difíciles. “En vez de llorar, es preferible reír” había dicho. ¿Cuento para niños? Me pregunto a cuántos de mis amigos haría sonreír con esta historia, a cuántos haría regresar al tiempo de sus memorias… Mis preguntas no se responden porque ya he llegado a mi destino. Mientras bajo del bus las palabras de nuestro querido poeta, el que hace-poco-ha-partido, se recitan solas en mi mente, “cuando el niño se acaba, el poeta muere”. 
Entonces, todo tiene sentido.

(A propósito de “Cuatrojos”, cuento ganador de la Bienal de Cuentos para niños Icpna 2016, de la poeta y narradora Gloria Portugal.)