Ayacucho relámpago

junio 01, 2013 0 Comments A+ a-



Cuando Geraldine nos propuso, a Naty y a mí, acompañarla hasta Ayacucho para tramitar unos documentos universitarios, aceptamos en el acto sin importar el detalle de que la prisa de su trámite conjugado con lo apretado de nuestras agendas nos daba el margen de solo un día para disfrutar de la ciudad huamanguina. Siempre imaginé que al viajar a Ayacucho tendría tiempo no solo para recorrer sus 33 iglesias sino para hacer mi visita a las Pampas de Quinua, Vilcashuamaán y la fortaleza de Sondor, pero ya que el tiempo apremiaba me dispuse a buscar la información más relevante y planos en mano, nos fuimos a la imponente ciudad de San Juan de la Frontera de Huamanga.

Viajamos por tierra durante la noche y llegamos al amanecer. Mientras Gerald nos deja un momento para hacer sus trámites universitarios, nosotras nos vamos a conocer un poco la ciudad. Al llegar al centro histórico quedé asombrada no solo por la armonía de las casonas típicas con sus portadas de piedra y ventanas pintorescas sino por la limpieza de sus calles, me atrevo a decir que después de Trujillo es una de las ciudades más limpias que he visitado. Hay en las esquinas curiosos contenedores para clasificar, reciclar y reutilizar los desperdicios, detalle que me parece digno de replicar. La plaza mayor es realmente hermosa,  está rodeada de arquerías por sus cuatro lados y casi todas las edificaciones del entorno son verdaderas joyas de arte que datan de los siglos XVI y XVII. 




Gerald se nos une nuevamente luego de un trámite veloz (debemos recoger sus documentos por la tarde) así que nos vamos de frente al mercado por un buen desayuno. Los mercados de nuestras ciudades y pueblos en provincia son todo un descubrimiento, un caleidoscopio de colores, aromas y sabores. Luego de recobrar energías, tomamos un bus que nos lleva hasta el mirador de Acuchimay para ver la ciudad desde las alturas y la vista nos dejó por un buen rato en silencio. Estábamos nada más y nada menos que en lo alto de lo que alguna vez fue un volcán y en donde se desarrolló la Batalla de Acuchimay (1882) en la que el ejército peruano al mando del mariscal A. A. Cáceres derrotó al ejército chileno.



Luego de disfrutar del mirador y las vistas impresionantes de la ciudad y su cielo iniciamos el descenso para recorrer calles y alamedas. Somos las transeúntes más felices este lunes en la capital huamanguina, la arquitectura es armoniosa. Me llamó la atención el detalle de iglesias en miniatura colocadas en los techos de las casas (lo había aprendido en la universidad pero recién podía observarlo en persona): los colocan en los techos para alejar los malos espíritus, así como las cruces al inaugurar la casa, todo esto es parte de un ritual con sacerdotes que bendicen la construcción, padrinos que auguran buenas nuevas y muchas celebraciones. 


A pesar de que fue solo un día sería imposible detallar todo lo que visitamos y vimos pues Ayacucho es muchísimo más que sus 33 iglesias, sin embargo uno de los lugares que más nos conmovió fue visitar la Plazoleta de Santa Teresa ya que en esta zona se ejecutó a uno de los más grandes héroes ayacuchanos, Basilio Auqui, uno de los "morochucos de Cangallo" que pelearan por la independencia del Perú junto con los hermanos Pumacahua, quien tuvo que presenciar la muerte de su mujer, hijos y nietos antes de morir. Guardamos algunos minutos de silencio, agradecidas por tanta valentía y fortaleza que muchos aún no conocen.

Luego de almorzar y recoger los documentos de Gerald (así de efectivos son los trámites universitarios en Ayacucho), nos vamos a visitar uno de los lugares más recomendables: el Museo Cáceres, que funciona en una bella casona del siglo XVII y en donde se encuentra el Museo de Arte religioso Colonial y el Museo del Gran Mariscal Don Andrés Avelino Cáceres, por lo que como podrán imaginar los tesoros aquí son incontables, no obstante me quedé encantada con las piezas de imaginería popular, especialmente unos muñecos hechos con base de madera de maguey y rostros y vestimentas moldeados con una pasta de yeso y papa. Fascinantes.


Dimos una vuelta entera al centro de la ciudad para visitar todo lo que podíamos en un solo día y cuando retornamos a la Plaza Mayor ya casi estaba anocheciendo. Entramos a la Catedral y nos asombramos con sus retablos barrocos altísimos. En las cuatro esquinas de la plaza habían retablos ayacuchanos gigantes y siendo estas piezas una de las más características de la zona nos dimos un tiempo para disfrutarlos. Sus piezas están hechas con una argamasa de yeso y papa y las estructuras del cajón de madera de maguey. Generalmente son pequeñas y tienen dos niveles: el "hanan" en la parte superior es en donde van los santos patronos con ángeles y/o animalitos domésticos que los acompañan, en la parte inferior, el "hurin", van los músicos, bailarines o personajes del campo conformando escenas de la "pasión" en donde el indio también representa su sufrimiento de manera subliminal aunque también se representa la "Reunión" es decir los pasajes de vida y tareas agrícolas así como momentos de fiesta y gozo. Nos percatamos además que los kioskos donde se venden los diarios tienen forma de retablos y van pintados a la usanza de la tradición, una maravilla.



Nos queda poco tiempo. Así que compramos unos anticuchitos al vuelo y nos dirigimos al mercado de artesanías para comprar algunos souvenirs y terminamos en un lugar que no quería dejar de visitar: la Plaza del Arco o Plaza Bellido en donde hay una escultura en homenaje a María Parado de Bellido. Luego de ofrecerle el respectivo respeto a nuestra heroína nos vamos de frente a la estación. Misión cumplida, vamos de regreso a casa. Las tres perdemos la vista en el horizonte a través de la ventana del bus, nos despedimos en silencio de la histórica ciudad ayacuchana. Prometo volver.

U.