Historia de una butifarra de jamón

agosto 09, 2011 0 Comments A+ a-



Después de darle mil vueltas a una idea que rondaba por mi cabeza, me alisté a realizar una de mis investigaciones por el centro de Lima. Una de mis mejores amigas me acompañó en la excursión pero la verdad es que a pesar de la buena compañía no me fue muy bien y me di cuenta que la preparación de mi próximo recorrido por los bares limeños me demandaría un poco más de tiempo de lo que había pensado. Finalmente, terminamos en donde empezamos, en uno los más tradicionales bares de mi ciudad: el Cordano. Luego de una brevísima entrevista con el administrador del local, quien en realidad poco caso nos hizo, nos resignamos a comprar algo -lo que sea- y no desmoralizarnos por la infructuosa labor de toda una mañana. El tiempo apremiaba así que pedimos nuestra butifarra para llevar, hasta ese momento no habíamos reparado en el joven que nos atendía. Era menudito, delgado y muy joven. A juzgar por su apariencia, me atrevería a decir que apenas había alcanzado la mayoría de edad. Mientras preparaba y cortaba el jamón de nuestro sandwich, me percaté del nombre que llevaba bordado en su mandil.

- ¿Cómo se pronuncia tu nombre? - le pregunté esperando no se incomodara por mi curiosidad. 
- Jewherlin - me dijo sonriente. ¿Y usted? 
- ¡Oh! Me llamo Úrsula - contesté, algo sorprendida de que me devolviera la pregunta. 

A lo que él luego murmuró para sí mismo: "Jewherlin y Úrsula", con una gran sonrisa de niño travieso. A nosotras no nos quedó más que reírnos. 
- ¡Qué lindo! - dijimos casi al unísono entre risas y aún sorprendidas. 
- Voy a venir más seguido - le dije, tratando de hacer una broma.

Cuando terminó de preparar nuestras butifarras y mientras nos alistábamos para despedirnos, el jovencito susurró: 
- Soñar no cuesta nada... Y entonces podría decir que me he sacado la lotería. 

Hasta ahora recuerdo este episodio con mucha ternura, no fue irrespetuoso a pesar de que yo era su cliente, sino que por el contrario fue muy galante. Esa tarde, regresamos a casa, algo sorprendidas pero encantadas con la dulzura de este jovencito que preparó con tanto amor nuestra butifarra de jamón en el Bar Cordano y nos hizo olvidar el cansancio de un día no tan productivo. Jamás olvidaremos al joven Jewherlin. Cosas así de extrañas suceden en mi bella Lima. 

U.

P.d. La fotografía data de un par de años antes a esta última visita. Prometo volver y tomar una foto actual, ¡talvés con el jovencito Jewherlin! =)